jueves, mayo 20, 2004

Y yo tenía miedo de hablar. Me llegaron a decir complicado, aburrido, exagerado. Preferí usar una máscara de hombre ensimismado que convivía poco. Supe que algún día podría hablar y expresarme. Entonces me ahogué en mi silencio, rumiaba las ideas hasta cinco o seis veces, labor complicada para un cerebro humano. No tenía escape. Hasta que un día mi mente se negó a aceptar su condición de rumiante de ideas y vomitó todo. Aquella masa multicolor y líquida inundó mi existencia. Empecé a oler mal, la gente ahora no se me acercaba por otras razones.