miércoles, diciembre 28, 2005

Navidad

Estos días me da por esconderme. Claro que hay algo en mi pasado que me condiciona. Claro que hay reproches por enviar a los días que no volverán. Pero también yo tengo algo que ver en todo este alboroto interno. No he sido capaz de tomar la vida y exigirle que me deje estar en el lugar y con las personas que yo quiero. En los últimos años me he dejado llevar por lo que la vida me presenta.

Esta Navidad me quedé en casa. Huí de invitaciones de mis grandes amigos, ellos no querían que yo estuviera solo (Lydia, Ricardo, Rivas). A mi no me gustaba la idea de estar en su ambiente familiar. El concepto de familia-en-Navidad me duele.

Cuando fui niño mi padre trabajaba en el IMSS durante las noches de Navidad. Sin su presencia, sentía la navidad incompleta. De adolescente mis padres llevaban la Navidad a puntos opuestos, mi madre forzaba la sonrisa, la fiesta; mi padre, un extraño luto, la ausencia. Las dos posturas me parecían radicales. Quizás lo más triste de estas fiestas era que en la madrugada, mi padre, con copas encima, se iba a la calle. Las primeras navidades en las que él hizo esto yo me quedaba en vela. Me dormía hasta que escuchaba a mi papá regresar.

Ya adulto, hice muchos esfuerzos por disfrutar esas reuniones navideñas. Mi papá se seguía yendo pero yo ya me podía dormir. Traté de bailar, traté de disfrutar los intercambios de regalos, traté de leer la biblia para recordar el nacimiento de Jesús, traté de emborracharme. En cierta forma logré mi cometido pero todavía queda una herida abierta que no he podido cerrar.

Huir de la casa paterna en estas fechas no ha sido la solución. Extraño a mi familia, la navidad es la época en la que es más fácil hacer coincidir agendas, pero ya no quiero esas fiestas del pasado. Ahora es imposible intentar juntar a toda la familia e intentar tener una reunión en paz con todos. Mis padres están separados. Lo único que queda es esperar que alguna noche, esas blancas como nieve y tan llenas de buenos deseos, pueda estar con toda mi familia. Lo que quiero, aunque parezca cursi, es un milagro navideño.

viernes, diciembre 16, 2005

Viernes. Una semana antes de navidad. Hace frío. Después, entre Navidad y la fiesta de Año nuevo hay una pausa, una algarabía que no alcanza a tomar fuerza. Estos días de silencio en las calles me recuerdan que existo y que debería ponerme un poco más de atención. A lo lejos alcanzo a escuchar un recuerdo que se ensaña con los árboles de la colonia que está cerca.

José Rivas me decía que algunos no tienen tiempo de reflexionar, lo menciona mientras su mirada me recrimina que no debo perder esta oportunidad. Parece que soy de esos pocos que tienen tiempo de buscar tiempo. Soy un individuo en una posición privilegiada, porque es bueno tener treinta y tantos y no tener una familia que dependa de mí. Al rato, en unos diez años, seré uno de esos individuos de cuarenta y tantos sin familia: no me suena tan privilegiado.