viernes, diciembre 16, 2005

Viernes. Una semana antes de navidad. Hace frío. Después, entre Navidad y la fiesta de Año nuevo hay una pausa, una algarabía que no alcanza a tomar fuerza. Estos días de silencio en las calles me recuerdan que existo y que debería ponerme un poco más de atención. A lo lejos alcanzo a escuchar un recuerdo que se ensaña con los árboles de la colonia que está cerca.

José Rivas me decía que algunos no tienen tiempo de reflexionar, lo menciona mientras su mirada me recrimina que no debo perder esta oportunidad. Parece que soy de esos pocos que tienen tiempo de buscar tiempo. Soy un individuo en una posición privilegiada, porque es bueno tener treinta y tantos y no tener una familia que dependa de mí. Al rato, en unos diez años, seré uno de esos individuos de cuarenta y tantos sin familia: no me suena tan privilegiado.

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