jueves, agosto 23, 2007

Leo al maestro José Emilio Pacheco. Leo algo que escribió a los 16 años: Tríptico del gato.


¿Leo o leí? El tercer cuento empieza con una historia sin final. La amenaza de un niño a otro, da pie a otra historia. El perjurio abre inocentemente la segunda historia.


¿Leiste o lees? A veces mi vida tiene dos historias. Ninguna de las dos termina, ninguna de las dos termina de empezar.


¿Cuantas veces tenemos que contarnos a nosotros mismo nuestras historias paralelas para terminar, para soltarlas? Te narro mi vida para olvidar, te narro mi vida mientras otras más han empezado a contarse solas.


Los gatos, afirma el narrador del Tríptico, dieron lugar a las demás especies. Y el caos nació en esos ojos fluorescentes. Me pierdo en su color y en su ambigüedad. Me pierdo en sus paralelismos
Cuelgo del asa de mi café. Si sigo allí, sosteniéndome infinitamente, caeré en la locura, si me suelto...

miércoles, abril 11, 2007

Los maestros del Zen dicen: El que sabe no habla, el que habla no sabe nada

¿Dónde quedan los que preguntan?

martes, abril 10, 2007

La ciencia lleva 150 años buscando los argumentos que validen su Teoría. Aunque la evidencia sigue confirmando la imposibilidad de que todo haya salido del caos, algunos cientificos siguen en la espera de algún descubrimiento, uno sólo, que le dé nueva vida a la Teoría que mató al Génesis bíblico. No me ofende venir del simio, sino la cerrazón dogmática que sigue esperando "un milagro".

Por mi parte, después de dos años de análisis, por fin concluyo: Ya no creo en Darwin

martes, marzo 06, 2007

Me he vuelto postmodernista. No me queda claro lo que significa pero me gusta como se oye. Lo moderno es optimista, plantea una fe ciega en la razón y en el control que tiene el hombre sobre la naturaleza gracias a la técnica. Lo Postmoderno es lo opuesto.

Fui moderno. Creí en la razón como solución a nuestros problemas, creí en el Infonavit y sus edificios llenos de familias felices. Creí en la ciencia como la precursora de las herramientas para armar un mundo mejor, creí en el libre mercado. Creí en Darwin.

Ahora creo en el escepticismo, en llevar la contra y destruir lo que ya está construido. Creo en el génesis y en Dios como el escritor del DNA. Creo en todas las religiones y en la ciencia como medios para alcanzar el nirvana.

Creo en el caos.

miércoles, diciembre 28, 2005

Navidad

Estos días me da por esconderme. Claro que hay algo en mi pasado que me condiciona. Claro que hay reproches por enviar a los días que no volverán. Pero también yo tengo algo que ver en todo este alboroto interno. No he sido capaz de tomar la vida y exigirle que me deje estar en el lugar y con las personas que yo quiero. En los últimos años me he dejado llevar por lo que la vida me presenta.

Esta Navidad me quedé en casa. Huí de invitaciones de mis grandes amigos, ellos no querían que yo estuviera solo (Lydia, Ricardo, Rivas). A mi no me gustaba la idea de estar en su ambiente familiar. El concepto de familia-en-Navidad me duele.

Cuando fui niño mi padre trabajaba en el IMSS durante las noches de Navidad. Sin su presencia, sentía la navidad incompleta. De adolescente mis padres llevaban la Navidad a puntos opuestos, mi madre forzaba la sonrisa, la fiesta; mi padre, un extraño luto, la ausencia. Las dos posturas me parecían radicales. Quizás lo más triste de estas fiestas era que en la madrugada, mi padre, con copas encima, se iba a la calle. Las primeras navidades en las que él hizo esto yo me quedaba en vela. Me dormía hasta que escuchaba a mi papá regresar.

Ya adulto, hice muchos esfuerzos por disfrutar esas reuniones navideñas. Mi papá se seguía yendo pero yo ya me podía dormir. Traté de bailar, traté de disfrutar los intercambios de regalos, traté de leer la biblia para recordar el nacimiento de Jesús, traté de emborracharme. En cierta forma logré mi cometido pero todavía queda una herida abierta que no he podido cerrar.

Huir de la casa paterna en estas fechas no ha sido la solución. Extraño a mi familia, la navidad es la época en la que es más fácil hacer coincidir agendas, pero ya no quiero esas fiestas del pasado. Ahora es imposible intentar juntar a toda la familia e intentar tener una reunión en paz con todos. Mis padres están separados. Lo único que queda es esperar que alguna noche, esas blancas como nieve y tan llenas de buenos deseos, pueda estar con toda mi familia. Lo que quiero, aunque parezca cursi, es un milagro navideño.