miércoles, octubre 13, 2004

Es dificil determinar la razón por la que una persona que llevaba una vida normal, se pierde y decide tirarse a la calle. Quien observé el caso de un vagabundo presumiblemente podría decir que sucedió en la última crisis antes de abandonarse.

"Fue porque golpeó a su esposa"
"Fue porque perdió el trabajo"
"Fue porque sus hijos lo abandonaron"

Todos vivimos muchas crisis, pero siempre nos levantamos y tratamos de seguir adelante, dando tumbos, pero adelante. La crisis que nos lleva a la perdición es otra, una que no es evidente, las demás son solo el reflejo de algo que se rompió dentro de la persona, días, meses o años atrás.

Hay una crisis que nos marca y nos deja heridos como al boxeador que le abren una ceja en combate. Si le pegas y pegas y pegas, la haces hemorragia, el boxeador en esas condiciones podrá caer y como espectadores pensaremos que el último golpe lo tiró. Sabremos, tan solo por la magia de la repetición instantánea, que el desconcierto por la sangre fue el inicio de la debacle.

Hay una crisis que hace una herida pequeña en la superficie, tan pequeña que la desestimas, pero tan profunda que dificilmente cerrarás. Tan insignificante que no pensarás en dejar todo, pero que si la atacas a través de los años te puede matar.

Héctor pasó por esa crisis. Pero es tarde, ya no recuerda que lo llevó allí

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