viernes, octubre 01, 2004

Las paraolimpiadas me generan problemas a nivel personal. He discutido del tema con muchas personas y a algunas les he causado escozor. Sin más preámbulo opino que México es un país que trata bien al más débil. Exigimos resultados a nuestros deportistas, políticos y demás personalidades públicas pero queremos que actuen con humildad, o mejor dicho que no se pongan por encima de nosotros. Para muchos mexicanos, el triunfo de los parolímpicos nos llena de orgullo y más porque son más débiles que nosotros. Y cuidado de aquel que diga algo malo de ellos, por que tienen ganada nuestra desaprobación. Pero de Zoraya si hablamos mal, de Ana cuando opinó de la delegación paralímpica también hablamos mal y que me dicen de Bernardo Segura que anduvo en política o Raul González. Ellos como no andan en silla de ruedas son blanco de nuestras exigencias y mejor que se callen la boca.

Yo creo que los señores de la delegación paralímpica, como el resto de los mexicanos, somos, con todo derecho, objeto de crítica y de burla también. Nos podemos burlar de Fox, ¿pero de un hombre en silla de ruedas no?. Nadie es perfecto, ni siquiera si está en silla de ruedas o usa muletas. Reconozco los éxitos de ellos, pero su circunstancia no puede atentar contra nuestra libertad de decir.

Todo esto lo saco a colación porque en frente de un grupo de conocidos describí una escena bizarra en donde, un hombre cuyas extremidades inferiores estaban totalmente pegadas a su tronco, parecido a un pingüino, entonaba el himno nacional mexicano en medio de un estadio casi vacio. Intenté reflexionar con esta audiencia mía si esa no era una metáfora de nuestro pais. Solo obtuve miradas de desaprobación y no tanto por comparar nuestro país con esa imagen de historieta japonesa sino porque le dije pingüino al señor.

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