martes, marzo 09, 2004

Una triste sentencia

Recordé la promesa que hicimos hace tantos años. En aquella noche lluviosa: el juez de paz, nuestros amigos y un par de enamorados que creyeron sostener el deseo que ardía en sus cuerpos.

Recordé aquel momento tras leer tus pretensiones legales y sentir unas ganas locas de destruirte. Mi abogado me explicó la gravedad de los términos de ley plasmados en el convenio. No podía creer que tu quisieras todo eso. De seguro, tu pensaste lo mismo cuando viste mi propuesta. Los abogados son implacable con los términos, odian las malas interpretaciones y se expresan con frialdad sobre los acuerdos, contratos y promesas.

No te culpo por querer chingarme. Yo tengo que hacerlo también. Nos tiraremos el uno sobre el otro con las fauces abiertas. Es un solo intento, una vez que el juez dicte sentencia será difícil dar marcha atrás. Debemos mordernos con fuerza, sostener la quijada tensa y no soltar aunque creas que has ganado, el rival podría estar fingiendo y en un descuido tener un contra-ataque mortal.

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