viernes, marzo 18, 2005

No basta con recoger las piedras y luego arrojarlas. Tarde o temprano te las volverás a topar. Los caminos escabrosos, aquellos que nos sacan ampollas y que nos tuercen los tobillos, tienen una sola cosa buena, si eres hábil los puedes dejar atrás. No hay que perder el tiempo limpiándolos

Los caminos de laderas escarpadas, aquellos que silban a nuestro paso, azuzados por el viento, combinación de aliento y asco por nuestro andar, no deberían existir. No hay marcha atrás, es difícil girarse y retroceder. Tampoco te puedes poner a su vera, los barrancos son mortales para quienes el andar por la vida es todo sensibilidad, todo pasión.

Los caminos verdes, los que esconden mierda de animal entre los pastos, son mis favoritos. Me acuesto y me pierdo en el horizonte. Que delicia esa cama suave al aire libre, sin abismos, ni obstáculos a sortear. Tan solo el olor nauseabundo de los estómagos de quienes estuvieron antes que yo y pasaron una larga temporada sin moverse. Hasta que el hambre los hizo seguir adelante.

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