lunes, mayo 09, 2005

La tristeza no duele. Lo que duele es pensar que no saldremos de ella.

Hasta la boca me huele mal. Me lavo los dientes con esmero, me paso el hilo dental y uso enjuague, pero ningún esmero fue suficiente. Quien va a querer besarte así.

No es mi culpa. Unos bichitos raros en mi estómago se mueren y se pudren. O quizás se mezclan con las sustancias que segrega mi estómago (y las otras glándulas que solo saben hacer su químico trabajo) produciendo un fétido pensamiento que sale en forma de palabras.

"Me gustas" te digo y te alejas como los imanes del mismo polo. ¿Si somos del mismo polo porque tu cabello huele a gloria y mi boca infierno? Las leyes de la naturaleza no funcionan aquí, los polos distintos se repelen. No importa si soy un buen hombre, trabajador, culto y educado. La fetidez como virtud de los muertos se me pegó al estómago.

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